Cada uno de nosotros tiene una idea de Cristo que es limitada e incompleta. Está tallada según nuestra propia medida. Tendemos a crearnos un Cristo para nosotros a nuestra propia imagen, una proyección de nuestras propias aspiraciones, deseos e ideales. Encontramos en Él lo que queremos encontrar. Hacemos de Él no sólo la encarnación de Dios sino también la de las cosas por las que nosotros, nuestra sociedad y nuestra parte de la sociedad vivimos en cada momento.
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