Nuestro descubrimiento de Dios es, de cierta manera, el descubrimiento de nosotros por parte de Dios. No podemos ir al cielo a encontrarle porque no tenemos forma de saber dónde está o qué es el cielo. Él baja del cielo y nos encuentra. Nos mira desde las profundidades de Su propia actualidad infinita, que está en todas partes, y Su vernos nos da un nuevo ser y una nueva mente en la que también le descubrimos a Él. Sólo Le conocemos en tanto somos conocidos por Él, y nuestra contemplación de Él es una participación en Su contemplación de Sí mismo.
Llegamos a ser contemplativos cuando Dios se descubre Él mismo en nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario